viernes, 19 de julio de 2013

Instalando sistemas operativos sin CD o DVD

Hace poco un amigo me dijo que iba a vender su portátil. Realmente un notebook. Un equipo sin unidad óptica. Vamos. Que no tiene ni CD, ni DVD ni...

Por supuesto, su idea era "formatearlo" con el famoso sistema del recovery que suelen traer todos los equipos hoy en día. A lo que yo le advertí de que tuviera cuidado. Eso no implica que no se puedan recuperar los datos que hubiera en el disco. Al menos, hasta donde puedo afirmar, eso es así.

Mi propuesta, un tanto descabellada para lo que necesitaba, era más o menos lo que sigue.

Primero, realizar una imagen de la partición que tiene el sistema operativo. No vaya a ser que la caguemos.

Después, arrancar el ordenador con una distribución Linux y aplicar algún tipo de borrado seguro. Por poner un ejemplo: hacer 3 pasadas con el dd de todo 0s, todo 1s, eleatorio... Pero mínimo, tres pasadas. Evidentemente no se lo expliqué así. Pero, claro. Sin tener unidad óptica... complicado. Y, para complicado, yo. Sería un wipe en toda regla.

Tercero: montar un ordenador un servidor pe para que el portátil pudiera arrancar el sistema a través de la red. Así, se podría hacer la tarea descrita.

¿Hay otra forma más sencilla? Sí. La hay. Y no se me ocurrió hasta unas horas (o días) después: Un usb con la imagen. Seguro que es algo mucho más sencillo que no montar otro ordenador, mirar cómo se configura para que haga de servidor...

Todo esto me hizo recordar que hace casi una década, cuando empecé en todo esto de la informática, había otro problema: no todas las BIOS tenían la posibilidad de arrancar las unidades de CD. Por eso, algunos discos traían una herramienta para que cargase en un diskette el programa que, una vez éste era leído al iniciar el sistema, lanzase el CD. Uno de los que vimos era el que traía SCO: la compatibilidad con el torito.

Voy a dejar caer una pregunta más: ¿qué otros métodos utilizaríais para llevar a cabo esta tarea? Además de desmontar el disco y meterlo en otro sistema. Esa tampoco me vale, ¿eh?

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